Tal vez mi indecisión impidió que estuviéramos juntos. Eras el jardín que esperaba por un jardinero que lo atendiera, no por el deber rutinario, sino por la devoción y agrado que despierta tu compañía. Siempre intuí que, a pesar de tu marido, necesitabas querer y ser querida. Pero no traspuse el umbral. Solo me atreví a contemplarte a través del cristal. La inutilidad de la indecisión, califique así mi conducta y lo anoté en uno de los cuadernos en donde llevaba las cuentas del negocio de mi negocio de quesos.
En esos mismos textos te dibujaba, siempre con una mirada que requería de mi auxilio, de modo que de noche me soñaba rescatándote y trayéndote a mi lado, para compartir esta cama inmensa que compré para ti, sin que tú lo supieras, ni yo te lo dijera.
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