Cecilia Pedroza
MIOGRAFÍA
Mio fue el espacio en algo tan estrecho, pero que aún así nos guarda el puesto, algo que llamamos Mundo, y desde que llegamos la etiqueta de un nombre, inicia las definiciones de lo que soy sin decir realmente nada de lo que me habita y lo que no.
-La Vida a parte de ser unos pasos contados como años, que nos acercan más a la muerte, se vuelve esa rueda que paso tras paso, vuelta tras vueltanos encierra en una dicha o desdicha inevitable e inesperada, sonreímos, sonreímos sin parar, lloramos y nos aburrimos de la rutina mordaz que en cualquier momento se nos vuelve vivir.-
Todo es mio, el aire que aún no me arrebatan, la piel que se arrebata o aburre de sentir, el sentido que llora de pesar de piedad o de orgullo, las sonrisas escaladoras de montañas y todo cuanto no se que hago sentir, mio, y tal vez no me he dado cuenta.
La silla
Aquí, amasando la baba entre los dedos
cayendo poco a poco al hoyo de la noche sin tener sueño.
Se ha cernido el día, queda el cieno
el mismo de ayer
el café amargo, el saludo al tendero,
mientras la silla me arrastra, me obliga a ir.
No pienso en los perros que orgullosos orinan las basuras,
ese aliento me recuerda la vejez.
Tampoco veo los fantasmas trás las ventanas,
rostros hervidos por el calor, caras viejas que el viento se llevaría como polvo,
solitarios
sin egoismo que compatir.
Vagabundos
en sueños ajenos
en voces que cuchichean.
Suelo regresar intermitente,
el café amargo, el saludo al tendero,
mientras la silla me arrastra, me obliga a ir.
La esquina se mosquea,
amigables insultos entre la muchachada,
no quiero pensar que atizan el fogón de Satanas,
que se cocinaran entre ellos
el calor los arropará de muerte
y serán menos que los fantasmas en las ventanas,
serán la basura que orinen los perros.
Suelo llegar intermitente
a la noche,
a la oscuridad que me habita
a los deseos que la niebla en los ojos casi no deja ver
dispersos en lo poco que queda de mí
en el chasquido que me recuerda que respiro
en los aruños que se han vuelto mis venas
en la hierba seca que no para de crecer en el vientre.
Posar el resto de la vida sobre las nalgas
las agrieta, gritan,
la misma vida las pudre, me pudre.
Soy un árbol de ramas secas y ojos verdes
sin espacios limpios para anidar
inmóvil,
como ella que está allí, mirandome fija,
como una fotografía
ausente
presente,
Suele ser intermitente
en habitar los espacios fuera de mí
su recuerdo humedece mi cama, rie y levanta el vaho de las cortinas,
su cabello se enrreda con las ondas del techo
me ve desde el libro en el nochero,
se pasea entre las esporas de luz que bailan en la agonía del fogón,
desnuda baila en el humo de mi tabaco
el olor a café me llama como su voz
me susurra bajo cada pisada del tiempo que sigue aquí.
Sonríe en mi caja de dientes
amasa mi baba entre sus dedos de viento,
de frio y ausencia que escapan por las ventanas
dejándome pálido y vacío sin espacios limpios para anidar,
inmóvil.
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