“LA CASA RONERA”

Nos gustaba la casa por que era grande, muy cómoda diseñada para una familia como la mía, con cuartos cómodos, buena ventilación, luz que permitía el descanso después de una larga jornada de estudio y travesía o una noche de trabajo como la de mi padre. Decorado con afiches de artistas, trofeos, en fin mucho para el grande entre los grandes de su época.
Mis hermanos y yo nos habituamos a persistir ella, hasta el punto de que salíamos a lo necesario lo mismo que mi madre. Mi padre Alfredo Gutiérrez Vital que se ganó el título por su habilidad para deleitar ese hermoso instrumento musical, el acordeón lo llamaron “el Rebelde del Acordeón”. Mi madre siempre no decía que a mi padre le gustaba la casa grande para que sus hijos tuvieran espacio para todos sus juegos y no tuviéramos que saliéramos a jugar´ donde los vecinos.

El terreno donde fue construida “La Casa Ronera” como la apodaron, más tarde los tantos invitados de mi padre por don Rafael Támara Sierra ya fallecido, uno de los primeros hombres que fundaron a Sincelejo, situado en un punto estratégico de la ciudad la salida a Tolú diagonal a la Normal Superior (llamado el Olimpo). Su edificación diseñada por un maestro de obra quien sin tener ningún título de arquitecto plasmo los deseos de mi padre, tener una casa que llenara sus necesidades, el rebelde que no sabia de construcción pero su pasión por las cosas grandes y por su música lo llevo a dirigir la casa, contaba con cuatro habitaciones, una sala, comedor, cocina, sala de estar más amplia, ventanas grandes mucha iluminación como sinónimo de grandeza y con un kiosco para los ensayos y parrandas que se extendían hasta tres días, donde desfilaron artistas de talla, como alejo duran, Abel Antonio Villa y Juancho Polo Valencia entre otros, quien don Alfredo admiró tanto que muchas de sus composiciones esta el sello inigualable de este gran juglar. A mis hermanos y a mi lo que más nos gustaba de la casa era el kiosco por que ahí podíamos jugar sin ningún tipo de problema, tenía un pequeño bar donde se guardaba el licor y un potente equipo de sonido con parlantes grandes que producían un gran estruendo, pero el patio era tan grande que no molestaba a los vecinos. Era de palma muy fresco con silla de concreto con buena iluminaria en fin para pasar un rato agradable.

En cada esquina unos pequeños bafles incrustados en las columnas de concreto a los alrededores de este se encontraba una jaula con dos hermosos micos que sabían de diversión en esas noches de vigilia mientras don Alfredo compartía con sus amigos y componía muchas de sus canciones que más tarde lo hicieron famoso.

Como no acordarme de esa casa que me acogió cuando Salí del vientre de mi madre, que se fue destruyendo en la medida de que mis hermanos y yo íbamos creciendo, como no recordarla si fue allí donde me hice mujer y mis hermanos hombres y con la misma profesión de mi papa (músicos). Como también el día en que mi padre nos abandonó y cambio el rumbo de nuestras vidas. De ese sitio nada queda, solo viejo terreno de aquellas algarabías constante de entrar y salir, hombre y mujeres tales como músicos, periodistas, compositores, contratistas en fin admiradores del rebelde del acordeón y de la cas que tenia como un imán para atraer a quienes la visitaban por primera vez. De ella, solo queda la nostalgia de los buenos tiempos y de lo que fue y ya no es……… “La Casa Ronera”

Yudis

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