(Cuento)
“Cuando te vi por primera vez, me impresionantes aún sin haberte tratado: no eras muy alta, vestías con discreción, falda café por debajo de las rodillas, blusa blanca, abrigo oscuro sobre los hombros, tocones, mujer delgada, elegante, el cabello corto, suave. Aunque, no sé por qué ese día pude ver tu entre seño fruncido una expresión entre preocupada y triste”.
“Abordaste el automóvil, último modelo, de tu propiedad y aunque intenté correr para presentarme, encendiste el motor y aceleraste rápidamente el vehículo. Creo que me vistes, por el rabo del ojo; yo me di cuenta, todavía no entiendo porque huiste de mí, si yo sin conocerte solo quería prevenirte no se de qué, pero quería prevenirte de algo”.
Fátima recibió desde cuando niña, una educación esmerada y oportuna; estudió con grandes limitaciones económicas en una reconocida institución la cual tenía como misión formarla en valores humanos, ética y religiosidad cristiana. Se graduó con honores en administración de empresas y posteriormente obtuvo el primer lugar entre cientos de aspirantes para gestionar las finanzas del Banco regional. El día de la posesión todos los asistentes querían salir retratados con ella: los accionistas del Banco, los clientes, gerentes de otras sucursales. Su rostro menudo y frágil cautivaba a todo el que la conocía. Así nació un liderazgo celestial y con el correr de los meses le había devuelto a la entidad crediticia, la confianza perdida por pésimas diligencias pretéritas. El público empezó acercarse de nuevo de manera masiva con variadas arcas de necesidades acorde con la posición socioeconómicas a las oficinas del regional:: campesinos sin tierra, latifundistas encopetados, viudas tristes, obreros sin trabajo, estudiantes sin universidad, es decir, que todo el mundo en el pueblo quería establecer negocios con la flamante administradora del regional, para de esa manera aliviar la crisis socio- económica en los hogares de morroplano. Quienes se acercaban a sus oficinas encontraban una respuesta positiva a sus necesidades y solicitudes, de tal manera, que tanto el Banco como los clientes hicieron una llave de oro en la obtención de dividendos justos y equitativos acorde con las políticas y legislaciones bancarias…
“Una mañana de Enero tomé la firme decisión de buscarte y fui a tu oficina para contártelo todo, para decirte que si yo sabía, todo el mundo lo sabía. Pero, cuando te vi; tu sola presencia me desarmó: el trato amable y respetuoso que dabas a los clientes, la forma como resolvías las peticiones; tu nombre de virgen, me evocaba a la madre de Cristo; tu mirada limpia, tu tierna sonrisa loca; me miraste; me mire; los innumerables clientes que atendías fueron tus cómplices, ya que ellos con sus afanes no permitieron mi espera, para decirte todo lo que tenía que decirte, aunque no fuésemos amigos, sentí la necesidad profunda de decírtelo para que contaras esa cadena que te subyugaba la voluntad, y cuya esencia tenía su origen en la ostentación, como una debilidad humana. No se por qué, pero tú sabías que yo era el único que te comprendía y por eso me evadías. “¡Qué lástima¡ Tengo parte de culpa puesto que se hubiese hablado contigo, todo hubiese podido evitarse”.
La cadena de corrupción se regó como la verdolaga, por toda la entidad, y no hubo dependencia que no estuviera untada de un sabor amalgamado por la corruptela, que amenazaba desde la intimidad de las oficinas con arruinar a los ingenuos y confiados clientes: autopréstamos, manejo indebido del dinero, alteración en los certificados de cartera, la aplicación del carrusel a los usuarios, circulatorios entre los clientes de un dinero virtual, saqueo financiero, hasta el punto que el fiscal acusador, con su voz medrosa, identificó la configuración de varios hechos punibles.
Recuerdos que en el juicio, una de tus victimas exclamó: “no puedo creer que detrás de ese rostro tierno y angelical se esconda tanta sagacidad y astucia”. Y mientras yo oí esa insensatez, el juez que llevaba el caso exclamo “culpable”. Hoy, muy distante de aquellos sucesos bochornosos, la observo cuando camina con los pasos lentos, temblorosos y pausados por los jardines del penal.
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