Sobre el Autor
LLAMAR POR SU NOMBRE
(padaq edes quiquel esqueca nape cuvaque)
Porqué no llamar remiendo
Al remiendo?
Debería llamarle zurcido
A fin que aquellos de finos tentáculos Intuyan
Que he leído un poco.
Esta necesidad
De llamar remiendo al remiendo
Surge por María, la costurera.
Quiero que entienda
más que a mi vestido negro
El de las galas sin nombre
Es necesario que remiende las heridas infames
azotan ebrias sus pómulos
Cada viernes.
Necesito llamar repugnancia
A la renuencia
eso mismo labró la guerra
En la garganta de Jesús, el zapatero itinerante
Cuando entrada la roja mañana en el salado
Vio rodar la cabeza de su mujer
A manos de cuarenta
Que no es cuarenta
Ni es uno
Ni es nada.
Sólo repugnancia
Hijo del repugnante sistema.
INVENTARIO
(unala unla se o alun)
Una media rota
La sonrisa mueca
Un arcoíris en el ojo izquierdo
Los cabellos desgreñados
La raspadura que arde en la rodilla.
¿Se parece en algo a nuestro inventario de caídas de bicicleta?
¿O son el de un niño violentado,
Al que se le suma
Un cráter doloroso en el alma?
ESA BLANCA FALDA
(esten quie suse tro tey)
Esa blanca falda me necesitaba.
Se sentía tan sola
Tan pulcra
Embriagada con naftalina.
Necesitaba
Que mis nalgas la prostituyeran
Induciéndole a besar todos los asientos.
Ella quería despeinarse
Sudar, ser custodia
Sentir el pellizco de su larga cremallera
Tropezar
Tenderse en la arena del solitario callejón
Y ver en contrapicado la faena.
DICEN QUE ERA UN HIJO PARIDO EN UNA GUERRA
(ayque toahme quidelo dehaen sulo epe)
Amanezco
Y viajan sobre mí ojos de fuego
Que salpican todo lo verde
Todo lo que en mi espeso jardín se mueve
Ahora mi madre
Me alimenta con sus rojas lágrimas saladas.
¡Quiero quedarme estacionado en este tibio pecho
Dejar de bailar al ritmo de
Los negros sonajeros que nos asechan!
De golpe un frio lodo me recibe en sus brazos
Hay un grito invisible sembrado
En el rostro de mi madre
Sus ojos asustan y en ellos me veo llorando.
Lo que queda de vida en ella es esa leche que derrama
Este era mi comienzo
Pero parece que hoy acaba.
(hebesi inghá aha)
He vivido mi vida lo más rápido que he podido
Bebí a grandes sorbos las épocas
Si acaso las tardes de muñecas recuerdo.
Ingenua oruga devorando todo,
Hábil halcón desafiando el viento.
Ahora que tengo tiempo de sobra
Aprendo entonces a vivir más lento.
LLAMAR POR SU NOMBRE
(padaq edes quiquel esqueca nape cuvaque)
Porqué no llamar remiendo
Al remiendo?
Debería llamarle zurcido
A fin que aquellos de finos tentáculos Intuyan
Que he leído un poco.
Esta necesidad
De llamar remiendo al remiendo
Surge por María, la costurera.
Quiero que entienda
más que a mi vestido negro
El de las galas sin nombre
Es necesario que remiende las heridas infames
azotan ebrias sus pómulos
Cada viernes.
Necesito llamar repugnancia
A la renuencia
eso mismo labró la guerra
En la garganta de Jesús, el zapatero itinerante
Cuando entrada la roja mañana en el salado
Vio rodar la cabeza de su mujer
A manos de cuarenta
Que no es cuarenta
Ni es uno
Ni es nada.
Sólo repugnancia
Hijo del repugnante sistema.
INVENTARIO
(unala unla se o alun)
Una media rota
La sonrisa mueca
Un arcoíris en el ojo izquierdo
Los cabellos desgreñados
La raspadura que arde en la rodilla.
¿Se parece en algo a nuestro inventario de caídas de bicicleta?
¿O son el de un niño violentado,
Al que se le suma
Un cráter doloroso en el alma?
ESA BLANCA FALDA
(esten quie suse tro tey)
Esa blanca falda me necesitaba.
Se sentía tan sola
Tan pulcra
Embriagada con naftalina.
Necesitaba
Que mis nalgas la prostituyeran
Induciéndole a besar todos los asientos.
Ella quería despeinarse
Sudar, ser custodia
Sentir el pellizco de su larga cremallera
Tropezar
Tenderse en la arena del solitario callejón
Y ver en contrapicado la faena.
DICEN QUE ERA UN HIJO PARIDO EN UNA GUERRA
(ayque toahme quidelo dehaen sulo epe)
Amanezco
Y viajan sobre mí ojos de fuego
Que salpican todo lo verde
Todo lo que en mi espeso jardín se mueve
Ahora mi madre
Me alimenta con sus rojas lágrimas saladas.
¡Quiero quedarme estacionado en este tibio pecho
Dejar de bailar al ritmo de
Los negros sonajeros que nos asechan!
De golpe un frio lodo me recibe en sus brazos
Hay un grito invisible sembrado
En el rostro de mi madre
Sus ojos asustan y en ellos me veo llorando.
Lo que queda de vida en ella es esa leche que derrama
Este era mi comienzo
Pero parece que hoy acaba.
(hebesi inghá aha)
He vivido mi vida lo más rápido que he podido
Bebí a grandes sorbos las épocas
Si acaso las tardes de muñecas recuerdo.
Ingenua oruga devorando todo,
Hábil halcón desafiando el viento.
Ahora que tengo tiempo de sobra
Aprendo entonces a vivir más lento.
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