Por GERMÁN BELEÑO NAVARRO

Viaje sin regreso (Tomado del Meridiano de Sucre)


Cierto día, caminaba por la avenida Las Peñitas de Sincelejo, que contaba en ese momento con alta afluencia de personas, vehículos y motos. Era domingo, a eso de las7 de la noche, la mayoría de peatones se dirigía hacia el centro comercial de moda en la ciudad, que ese día convocaba a un evento dominguero. También era día propicio para comer fuera de casa, razón por la cual los locales de comidas rápidas del sector, se encontraban muy concurridos.
En la acera de uno de esos locales yacía sentado un hombre joven, que rebuscaba en un montón de bolsas de basura. Su cabello parecía que nunca lo hubieran peinado y su vestimenta eran harapos. Algunos transeúntes solo lo miraban de reojo, otros al verlo meneaban su cabeza de izquierda a derecha, como lamentándose por las injusticias de la vida. Mi esposa, que me acompañaba, incrustó su codo en mis costillas y me dijo, "mira, mira, ¿ya viste quién está buscando en la basura?". "Sí, ya vi quién es," le contesté.
Se trataba de "El Caly", un adicto a las drogas que creció en el barrio donde yo también crecí. La imagen que vi forma parte de la etapa más oscura, a la que se enfrenta un adicto y su familia. Es tal el grado de envilecimiento al que ha llegado que lo he visto hablando solo, hablando incoherencias, durmiendo en corredores, deambular sin rumbo, golpear los carros sin ninguna razón. En ocasiones lo encuentro frente a frente y no me reconoce, aunque otras veces, quizás en un instante de claridad, en medio de la penumbra de su mente, me identifica y me dice "viejo yerman, todo bien". Empuña una de sus manos, que choca con una de las mías, en señal de saludo, y remata diciéndome: "tírame ahí pa’ un cigarro".
Muchos en el barrio vieron su proceso degenerativo. Aún recuerdo cuando en sus inicios se unió a aquel "combo" de muchachos, que se reunían en el patio lleno de árboles de la casa de uno de ellos. Escuchaban música trance, reggae y rock pesado. Estaban invadidos siempre por algo que yo llamo "alegría extrema", ya que en esas reuniones eran risas que iban y carcajadas que venían. Algunos en el barrio pensaban que siempre estaban contando chistes, pero otros sabíamos que era el cannabis con su famoso efecto de risa incontrolable. Aquellos "viajes" eran a diario, desde aquel furtivo patio arborizado que utilizaban como pista de "despegue y aterrizaje".
La mayoría de los miembros de ese "combo", fueron rescatados de las garras de ese monstruo, que es la drogadicción, pero "El Caly" no contó con la misma suerte. Fue arrastrado hasta lo más oscuro y profundo de ese foso en que se encuentra. Los antiguos amigos que hoy lo ven dicen que mientras ellos comían bien, después de esos "viajes", "El Caly aguantaba filo". Muchos dicen, que lo de "El Caly" es un caso excepcional, porque no todos los adictos llegan hasta ese punto, pero lo que más preocupa es que pareciera que el tema de la drogadicción hubiese pasado a un segundo plano. Lo digo porque ya no lo escucho como prioritario, es como si el problema se lo hubieran dejado a cada familia que lo padece. Creo, que solo en las instituciones educativas lo tratan.
Finalmente veo cómo, impunemente, en algunos sectores de la ciudad desfilan los nuevos "combos” en busca de pistas para abordar los "viajes". Como, por ejemplo, en el sector de la represa que llaman "El Lago" o de manera solapada en algunas canchas de futbol de barrio. Y Ni hablar de la rumba sincelejana, que a decir de algunos jóvenes que he escuchado incluye "todos los juguetes". A menudo me pregunto ¿cuántos integrantes de esos "combos" o de esos muchachos que disfrutan de la rumba con "todos los juguetes", serán los próximos en quedarse en ese viaje sin poder regresar? Ojalá que ninguno, pero inevitablemente alguno le seguirá los pasos a "El Caly" y se quedara en el "viaje" sin poder regresar.

No hay comentarios: